EL VIAJE DE LOS SUEÑOS

EL VIAJE DE LOS SUEÑOS

Son muchas las historias vividas, lugares visitados, caminos recorridos y personas encontradas  que dan sentido al resto, que resulta imposible reflejarlo en palabras con la veracidad que se merece. ¿Como mostraros lo que un viaje solo de ida puede llegar a dar de sí? Enseñando, asustando, gustando, incomodando, motivando, luchando, creciendo, sufriendo, conviviendo, saboreando y mostrando que somos un pequeño granito de arena en un enorme montón.

 

Muy fácil ser alguien con mucho pero difícil con poco. ¿Eso nos decían, verdad? Pero por el otro lado, he aprendido que en la simpleza está la grandeza y que simplemente soñando se puede conseguir ser todo lo grande que uno desee. Y, ¿qué somos las personas sino sueños? Somos lo que hacemos o intentamos. Esa escalera por la que avanzamos hacia lo deseado disfrutando del camino e impulsándonos a tocar el siguiente escalón ¿Qué sentido soñar sin intentar hacerlo realidad? El sueño de “luego”, de “mañana”, del “fin de semana”, del “verano”, del “año que viene”, del “resto de tu vida”… Inspirador y lógico para ti, quizás irreal y tonto para el resto.

 

Yo como todos también soy soñador, puede que enfermizo, pero es el motor que no me deja parar. Sueño con la montaña y todo lo que puede dar de sí. Algo perenne que siempre está ahí esperando planes, viajes y proyectos por realizar. Desde los catorce me subí a este carro que me hace vagar y soñar sin respiro. Han pasado muchos años y ahora veo como el carro me ha llevado a este viaje de ida sin vuelta a la vista. La pasión ha ido creciendo y al contrario de la llama que va apagándose, en mi caso cada vez ilumina con mayor intensidad. Pasión que marca mi pauta en el día a día y en un futuro parece que mi forma de sustento.

 

Los últimos episodios hasta hoy de este viaje comenzaron con una mudanza, como pasa muchas veces. Hice unas reformas y tras mover un poco la cocina, arrinconar el sofá, colocar unos armarios en esa esquina desaprovechada y prescindir del televisor, ¡ahí estaba! ¡Apartamento con vistas a todo tipo de parajes! Eso sí, soy consciente de que los sueños te hacen ver la realidad a tu manera y sí, sé que solo es una furgoneta pero en mi sueño veo mi casa. Y parece que no fui tan iluso al mudarme a ella porque después de casi dos años no veo el momento de aparcarla.

 

Pero la carretera no llega  a todos los lugares de este viaje, y claro, a veces sí que toca darse un respiro y dejar la vida nómada del caracol pegado a su casa. Así viajé a Colombia. Invitado por una amiga escaladora de allí pude contemplar la belleza y pureza del Caribe con sus playas de postal repletas de cocoteros y la vegetación exuberante que también domina gran parte del país. Katty vive en Suesca y “casualidades de la vida” es el lugar más conocido de escalada en el país. Roca arenisca de calidad adornada con “barbas” como así llaman a una especie de lianas repletas de flores que cuelgan de los desplomes y aportan una pintoresca imagen. También visitamos otras zonas como La Mesa de los Santos, situada en un inmenso páramo simulando el aspecto de la sabana africana o Bucaramanga, con vistas sobre un gigantesco barranco a modo de balcón. Sin duda un país para conocer, de gente afable, buen clima y lugares increíbles donde la mano del hombre aún no ha llegado.

 

El viaje continúa y sin casi deshacer la mochila ya estamos comenzando el verano. Entonces el caracol vuelve a Rodellar, en la sierra de Guara, donde hace temporada de trabajo y escalada disfrutando de lo que le sigue aportando la vida allí. Mucha escalada, amigos, reencuentros y madrugones que no lo dejan aburrirse ni un solo día.

 

Ya en otoño comienza una nueva etapa, no sin antes realizar el peregrinaje anual al Naranjo de Bulnes y poder catar esta vez otra de las vías de su cara oeste. Destino obligado que nunca defrauda y deja con ganas de volver. Nos vamos con los trastos para otro sitio y ahora toca Lérida. Allí comienzo el curso de Guía de Alta Montaña en La Pobla de Segur y, si me lo hubieran mencionado antes, nunca hubiese creído que la “vuelta al cole” podía parecerse a esto.  Hay que ir a clase, claro está, pero con la idea en tu cabeza de que no acabar a la hora reglamentaria puede depender de que el estado de la nieve no sea el previsto, o los catorce largos de la pared no se puedan ensamblar como planeábamos hace que no me importe hacer horas extraescolares. Aprendo mucho, disfruto mucho y hacemos actividades muy interesantes. De esta forma he alternado durante el último año ocio y “deber”. El curso se reparte en semanas sueltas por lo que puedo seguir planeando escapadas por el resto de Cataluña. Durante el otoño e invierno aprovecho para escalar en la zona de Collegats, junto a La Pobla de Segur apurando ratos libres entre semana y Terradets para los fines de semana. Un mar de roca para compaginar increíbles sectores de escalada deportiva como Bruixes, La Pedrera o Argentería con paredones calcáreos y conglomerados de hasta quinientos metros. Rutas magníficas en Villanova de Meiá o La Paret de Bagasses en un estilo semi-equipado o deportivo pasando por Roca Regina o alguno de las innumerables paredes del Pallars con largos más limpios.

 

Siurana, en Tarragona, es otro de los lugares que siempre me ha encantado. En el corazón de la sierra del Montsant es uno de los destinos habituales de escaladores punteros de todas las nacionalidades. Una de las zonas más internacionales que poseemos donde el frío del invierno se combate escalando al sol en una simbiosis perfecta para afrontar las inclemencias de la temporada invernal. Apurando un par de semanas antes de la vuelta a casa por navidad, aprovecho para cerrar el año con buenos encadenes y saciar el hambre de roca que tocará pasar hasta la primavera y el fin de la nieve.

 

Y es que, “quien mucho abarca poco aprieta”  y por la roca me desvivo pero, “la cabra acaba tirando pal monte” y el monte que yo conocí desde que era pequeño tenía nieve. Así que claro, toca sacar los esquíes del baúl, afilar piolets y crampones y cambiar un poco el chip. La furgo ahora sí que va cargadita. Un tetris que merece la pena meditar para que la logística diaria no acabe agobiando.

 

Enero llega un tanto raro y parece que después de preparar el material no lo vamos a poder maltratar ni un poco. Sigo escalando, adicto a la “rocaína”, pero mirando por el rabillo del ojo al cielo y, parece que de tantas miradas intimidatorias la ansiada nieve no se hizo de rogar más. La espera cundió y es que nos deparaba unos estupendos invierno y primavera.

 

Compagino los días de curso con los libres conociendo multitud de lugares nuevos por el Pirineo. Semanas completas de esquí de montaña disfrutando de los fuera pista en las inmediaciones de estaciones de esquí como Tavascan, Baqueira, Espot y Port Ainé o circulares por el Parque Nacional de Aigüestortes. Lugar este último con innumerables rincones por descubrir invadido de corredores de nieve, afiladas aristas y cascadas de hielo que hace de aquello, el lugar más habitual de juego. Invierno escaso de hielo que dejó sin cumplir las expectativas, pero inmejorable en nieve con el polvo por las rodillas en muchas ocasiones que hacían que valiera la pena el esfuerzo de la subida.

 

Después de tres intensos meses de nieve, tan solo perturbados por algún día de mal tiempo aprovechados para escalar en las partes bajas de los valles, mi cabeza comienza a alterarse cuando los desayunos mañaneros empiezan a ser agradables en el exterior. El sol calienta de nuevo y es el momento de retomar la faena y comprobar si será demasiado duro recobrar la forma para escalar. Así, a modo de “terapia de choque”, quedo con un par de amigos para escalar en Santa Linya. Inmensa cueva donde todo desploma demasiado y el séptimo grado casi no existe ni para calentar. Vamos, algo perfecto para comprobar cómo la gravedad es más potente de lo que recordaba y el letargo me había entumecido los músculos. El resultado no fue tan traumático y parecía que la “vuelta al ruedo” iba a ser posible en menos tiempo de lo esperado.

 

Primavera es una época perfecta para escalar tapia, especialmente por estos parajes donde el sol comenzará a azotar con fuerza antes de lo que estamos acostumbrados. Es pues el momento de conocer el Congost de Montrebei. Dos gigantescas paredes, cuya conjunción en el fondo de valle marca la frontera entre las dos comunidades autónomas, haciéndose llamar “pared de Aragón” y “pared de Cataluña” respectivamente. Moles calizas de quinientos metros de altura y anchura suficiente para poder dibujar más de un centenar de itinerarios de todas las dificultades. Para la toma de contacto elegimos Aragón y su orientación más benévola en esta época. Nos embarcamos en “Femme Fatale” y su escalada técnica sobre placa desplomada que, con dificultades hasta 7b, nos permiten pasar en libre disfrutando como chiquillos. Sin duda buena carta de presentación que nos obligaría a volver.

 

Primera vez escalando en pared con mi amigo Riki y parece que hacemos buena “pareja de baile”. Nuestras perversas mentes no tardaron en cavilar la próxima maldad y en pocas horas ¡ya teníamos billete a Marruecos!

 

Pero aún quedaba un mes por delante y muchas cosas por hacer. Tocó calzarse los esquís unas cuantas veces más y pude disfrutar de días por Benasque y pegarnos el bajadón del Aneto. También la Bonaigua  o Amitges con un “paquete” de nieve más propio de febrero en un buen invierno, así como un par de salidas por Picos de Europa en los días previos de preparativos al viaje a Marruecos. Y es que casi con un pie en el continente vecino, ¡había que ponerse las pilas para sacar partido a la roca africana! Finalmente compaginaba el descanso de la piel de los dedos de escalar  subido en los esquís y las pesadas piernas de foquear a base de desplomes.

 

En poco tiempo ya estaba camino de Taguia en Marruecos. Después de dos horas de avión, ocho de autobús de estos de película con cabra a bordo incluida y otro par de horas de mula para cargar el equipo, llegamos a destino. Yo solo había visto fotos pero nada más lejos de la realidad después de verme en aquella aldea recóndita, sin luz eléctrica y rodeada de gigantes calcáreos de espantosa verticalidad. No teníamos muchos días por delante pero si las ideas bastante claras. Combinamos así vías equipadas en estilo deportivo, con otras totalmente limpias, que en momentos nos hicieron parecer los aperturistas, al no encontrar nada que nos reafirmara estar siguiendo el itinerario. El clima fue bondadoso con nosotros y pudimos escalar seis de las clásicas de dificultad del lugar forzando en libre los quinientos metros de hasta 7b+ de “Rivières pourpres”, los seiscientos metrazos de hasta 7b de fisura a proteger de la “Rouge Berebere” o la atlética “bailando con henna” de 7c entre ellas. Roca de calidad como pocas veces había palpado, en un ambiente hostil y exigente, sumergido en la hospitalidad de sus gentes con las cenas a base de tajines y las sobremesas de té con menta.

 

De vuelta en casa, ya estamos de nuevo en verano y Rodellar llama de nuevo a mi puerta. La temporada estival, siempre intensa, me sirve para ponerme en forma y dar lo mejor de mí. Muchas rutas por hacer pero, ya después de tres veranos allí empieza a ponerse más difícil escalar algo nuevo y toca ponerse más fuerte. Vamos haciendo los deberes y los resultados no se hacen esperar. Ahí empiezo a creer en un sueño juvenil que nunca pensé tener al alcance y me planteo darle una vuelta de tuerca a mi motivación. Un escalón más, difícil de alcanzar pero que una vez más me serviría para conocerme y luchar por algo que en aquel momento tenía sentido y me hacía ilusión. Una lucha que, como todas, pasó por muchas fases y en la que la cabeza jugó malas pasadas a las que pude hacer frente. Y como todo esfuerzo tiene su recompensa la batalla acabó y victorioso logré hacerme con mi primer 8c fusionado en la ruta número 100 de octavo grado. Doble utopía hecha realidad en respuesta a que los sueños a veces se cumplen deparando algo aun mejor a lo esperado.

 

La temporada toca a su fin y después de tres meses recluido, sin oponer resistencia eso sí, me reencuentro con mis compañeros del curso de guía. Ahora toca el módulo de alpinismo estival y logramos sacar provecho de esas dos semanas. Volvemos a Montrebei para hacer esta vez vías más asequibles y acordes a lo que toca practicar como “el diedro Audoubert” o “La vía del Tronko”. También visitamos Cavallers para disfrutar de su increíble granito. Ascendemos el Aneto esta vez siguiendo la “arista de llosas” y pasamos algún otro día por Terradets escalando en Roca Regina.

 

Los siguientes capítulos ya se escriben en base a escalada deportiva solo alterados con un par de pinceladas de escalada alpina en Montrebei o una rápida incursión en las agujas de Montserrat.

Ahora, bajo el manto blanco que me sorprendió esta mañana al abrir la puerta de mi alcoba en Margalef esta mañana, escribo este artículo corroborando lo intenso que es este viaje a través de los sueños. El tintero aun repleto me dice que quedan muchos capítulos por plasmar y el tiempo es lo único que me oprime al pensar que necesitaría tres vidas para quedar saciado. La rueda sigue girando y en su próximo destino el caracol aparca de nuevo para partir a tierras extrañas y hostiles. ¡Patagonia! Algo inminente y a la vez lejano que me obliga a tenerlo en mente sin desaprovechar el presente.

 

Espero que este viaje a través de los sueños aporte algo a vuestra motivación, inspiración o desafíos y quién sabe, quizá en el próximo soñemos juntos.