APERTURA DE BIHÂNA AL LANDUNG, 6357M. HIMALAYA. NEPAL
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Apenas habíamos oído hablar del valle del Rolwaling anteriormente. Perdido en la inmensidad del Himalaya y relegado a un segundo plano por sus conocidas regiones vecinas Khumbu y Langtang, carece inmerecidamente de la reputación para la práctica del alpinismo técnico de exploración
Innumerables montañas de seis mil metros y alguna de hasta siete mil como el Gauri Shankar conforman su orografía, siendo gran parte de ellas la frontera natural con Tíbet. Una gran parte de la gente que allí habita sobrevive gracias al dinero que los grupos de treking aportan, ya sea trabajando como porteadores o regentando algún lodge donde se puedan alojar. Son precisamente estos escasos grupos, en su mayoría alemanes o británicos, el único contacto con la civilización occidental que tenemos nosotros. Es común realizar el cada vez más conocido camino que recorre todo el valle para, a través del collado de Tesi Lapcha, pasar al valle del Khumbu.
La aventura comenzaba un año antes cuando, en la expedición junto con el resto de compañeros del Equipo Español de Alpinismo, visitábamos este mismo lugar. Aquel mes en el cual pudimos realizar varias aperturas en algunas de las cumbres circundantes como Chekigo (6157m) o Bamongo (6400m), nos abrió los ojos para futuras escaladas. Como en toda expedición a un nuevo lugar, son más las líneas que quedan pendientes de escalar que los logros obtenidos. En aquella ocasión las actividades realizadas fueron más que satisfactorias pero la sed de más aventura nos haría volver el otoño siguiente. De entre todas esas atractivas líneas que revoloteaban en nuestra cabeza por aquel entonces, hubo una que nos llamó la atención especialmente, surcando la vertical pared sur del Drangnag-Ri.
El Drangnag-Ri está situado en el glaciar Ripimo, siendo éste un valle adyacente al Rolwaling. Lugar inhóspito de largo acceso congrega varias cumbres siendo ésta la más alta de todas ellas con 6801m. Tanto Jesús como yo somos apasionados de la escalada en roca y sin duda fue el motivo que nos hizo decantarnos por aquella ascensión, fijándola como nuestro próximo objetivo.
Sabíamos que el trabajo no sería fácil y culminar con éxito nos llevaría tiempo y esfuerzo continuado sin salir de la pared. Sus 1300m de granito más que vertical en algunos tramos hacían que la logística debiera ser la propia de un big wall. No obstante, lo remoto del lugar obligaba a optar por minimizar todos los recursos a utilizar.
En este asedio al Drangnag no estábamos solos. Nuestros amigos Mikel Zabalza, Alberto Fernández, Joseba Larrañaga e Iñaki Arakistain tenían también en mente la apertura de otra línea. La suya en este caso se trataba de la arista sudeste, intentada hace años por alguna otra expedición que no pudo completar. A pesar de su idea inicial, las condiciones extremadamente secas de este otoño, los obligaron a cambiar de plan y buscar una alternativa más segura y viable, lo que propició su apertura de la arista SO a esta cumbre
El campo base lo situaríamos a 5100m. Dos días de aproximación desde la Aldea de Na, último reducto de civilización del valle, fueron obligados para acarrear parte del material que íbamos a necesitar. Un estrecho sendero utilizado por los hindús para peregrinaje al lago Omai Tsho nos facilitó el primer día de porteo. Desde ahí el camino empieza a perderse para dar paso a morrena donde, serpenteando entre bloques, ascendimos hasta el fondo del glaciar en busca de lugar plano con agua cerca. Las mochilas eran más que pesadas y la falta de aclimatación a la altura hacía tedioso cada paso. Por suerte contábamos con nuestro amigo Edu, sin el cual, la tarea hubiera sido más ardua. Aquel mágico lugar rodeado de increíbles cumbres desprendía una energía especial. Sin lugar a dudas, un paraje remoto como pocos, por el que tan sólo un puñado de humanos habían pasado con anterioridad. Es en esos momentos cuando te sientes un auténtico privilegiado al poder admirar la belleza de la naturaleza en su estado más puro y salvaje.
Sin estar perfectamente aclimatados sabíamos que debíamos inspeccionar el camino a seguir hasta la base de la pared. Con el material porteado depositado en el campo base nos adentramos en el glaciar que daba acceso a la pared. Cual fue nuestra sorpresa al ver que sería más complicado de lo esperado pues, una gran barrera de inmensos séracs nos bloqueaban el paso. Según nos acercábamos, intentando localizar alguna debilidad por la que acceder, pudimos cerciorarnos que tocaría entremeternos en aquel laberinto sin seguridad de encontrar salida. Así lo hicimos y tras trepar, destrepar y sortear agujeros por derecha e izquierda llegamos al plano plató superior, donde corroboramos que aquello se nos escapaba de las manos. Un inmenso mar de gigantescas grietas que recorrían todo lo ancho del glaciar se mostraba ante nosotros. De antemano suponíamos que en esa zona tendríamos que zigzaguear para lograr avanzar, pero aquello era de una magnitud muy superior a lo imaginado. Los dos lo vimos claro al pensar en portear todo nuestro pesado material en varios viajes por aquel caos. Dado el tiempo de que disponíamos para los porteos y la escalada, nuestro proyecto se convirtió en inviable con un acceso tan complicado y peligroso. Deberíamos por ello reflexionar y buscar una alternativa a la idea que teníamos hasta aquel momento.
El pico Langdung se mostraba ante nosotros con su increíble pilar sudeste de granito rojizo. Nuestro compañero Mikel ya nos había mencionado que aquello tenía buena pinta y sin duda ojo no le faltaba. El día anterior en nuestra exploración de acceso al Drangnag, en varias ocasiones nos dimos la vuelta para observar el perfil de aquella línea que se divisaba a nuestras espaldas. El gran muro inicial era imponente y la arista por la que continuaba hasta cumbre, a pesar de no parecer demasiado difícil, se veía larguísima. Ya que no hay mal que por bien no venga, esa misma mañana, con el sol volcado sobre aquella pared, quedó fijado nuestro siguiente objetivo.
Como quien se escapa un par de días a la playa para descansar y desconectar de la bulliciosa ciudad, nosotros hicimos eso mismo. Dos o tres días en Na eran obligados para descansar y reponer fuerzas así como acarrear víveres y el resto de material que necesitaríamos. La fase de aclimatación exprés funcionó bien y creíamos estar preparados para acometer aquella escalada con éxito.
La vida transcurre de forma tranquila durante nuestra estancia en Na. Esta pequeña aldea situada a 4100m solo cuenta con pobladores durante la primavera y el otoño. Es el momento en el que los grupos de treking aprovechan este lugar como parada en su camino hacia el Tesi Lapcha. El resto del año, esos escasos habitantes, bajan a pasar los meses fríos a Beding, la aldea inmediatamente anterior valle abajo. Únicamente pueden encontrarse tres lodges para alojarse en algún lugar con comodidades añadidas. Pequeños “hostales” siempre gestionados por mujeres, con tres o cuatro discretas habitaciones ofrecen el necesario calor humano. Como tres hijos apadrinados por tres semanas, el lodge de Gnima sería nuestra casa durante los días cuando no estuviéramos en la montaña. La alimentación está basada en el dhal bat (arroz con sopa de lentejas), pasta, verduras, harina y huevo, cocinados en sus múltiples variantes posibles. Algún que otro lujo como miel, palomitas de maíz o crema de cacahuete nos lograban endulzan el paladar a modo de postre. Multitud de yaks moran a su libre albedrío por todos lados pero aun así, su religión les prohíbe matar o comer ningún animal en todo el valle. La carne por ello no figura dentro de la dieta ni para los locales ni para los visitantes. Sus casas son simples, con un único habitáculo donde fuego y cama no acostumbran a estar lejos y decenas de armarios que se apilan llenos de comida almacenada para los tres meses que dura cada temporada. Es en estos lugares donde te das cuenta de la auténtica austeridad de sus vidas, no por ello consiguiendo borrar la permanente sonrisa en sus caras.
Totalmente recuperados del desgaste de nuestra primera salida, las cartas ya estaban sobre la mesa así que tocaba ponerse en faena. Edu, se unió al plan sin pensarlo. La escalada del Drangnag no era posible realizarla los tres, pues ya tan solo el obligado uso de hamaca de dos personas limitaba el número de participantes. El Langdung conllevaba una logística más sencilla por lo que a los tres no pareció buena idea ir juntos. Esta vez caminaríamos más livianos ya que gran parte de lo necesario estaba depositado en el campo base y gracias a ello, en tan solo una jornada alcanzamos la tienda. Desde allí en un día más de ataque pudimos llegar cerca de la base de la pared. El acceso no fue tan laborioso como pensábamos y la pared que separaba el glaciar donde nos encontrábamos del glaciar superior, donde montaríamos el campo base avanzado, pudimos ascenderla pasando de vira en vira sin necesidad de usar la cuerda.
Aquel lugar donde colocamos la tienda estratégicamente para el ataque era increíble. El “Nido de Águila” como lo bautizamos, se situaba junto a la arista divisoria que nacía de nuestro muro a escalar y se alzaba a modo de pedestal rocoso sobrelevado unos cien metros sobre el glaciar. Precisamente a los pies del glaciar disponíamos de agua durante las horas centrales del día, cuando el sol hacía mella sobre la masa helada.
Todo estaba preparado para que la “fiesta” diera comienzo. Aun pudimos disfrutar de un ratito de sol, contemplando aquel espectáculo de la naturaleza, antes de que la sombra nos alcanzara y la temperatura se desplomara. La tienda nos daría cobijo durante la cena y más todavía mientras dormíamos, momento en el cual alcanzábamos los -16º. Suerte que una tienda de dos personas nos obligaría a pernoctar como sardinas en lata aprovechando al máximo el calor humano.
Nuestro plan no estaba fundado en un único ataque. En un primer día aprovecharíamos a escalar la primera mitad de muro, que en principio, parecía la más complicada y fijando cuerdas, bajar a dormir a la tienda. El día siguiente, pudiendo “correr” por esos largos, tendríamos más margen para realizar la actividad completa. Así pues, con el consiguiente desayuno antes del alba, tomamos camino a la pared al aparecer las primeras luces del día. Terreno sencillo con un glaciar bastante cerrado dio paso a roca inconsistente, donde el límite entre seguir en botas o calzarse ya los pies de gato era un tanto difuso. Así nos plantamos en el punto que el día anterior habíamos elegido para comenzar. Un exhaustivo estudio de la pared nos había ayudado a dejar clara la línea a seguir. Buscamos un trazado lógico a través de las debilidades de ésta, sin dejar de lado la obligada elegancia que aquel pilar merecía para su primera ruta.
Aquel primer día acabó como había empezado, volviendo a la tienda con las últimas luces del día. Logramos fijar doscientos metros de cuerda que nos darían cancha para escalar menos estresados con el tiempo el siguiente día. La roca resultó ser de calidad excelente y disfrutamos como niños escalando en libre aquel granito de ensueño con dificultades hasta 6c+. Una buena cena a base de pasta liofilizada nos haría reponer la energía gastada para estar listos unas horas más tarde en lo que sería el gran día.
Las 2 de la madrugada llegaron muy rápido. Horarios “indecentes” donde los haya los que se manejan en el alpinismo y a los que nunca llegas a acostumbrarte. A pesar de ello la cabeza “tira del carro” y siempre alerta, como nunca dejo de estarlo en toda la noche, te pone en guardia sin siquiera probar el primer trago de café. Sabemos lo que nos viene encima y nos activamos rápidamente para no demorarnos en la salida. Una hora más tarde de que el despertador sonara nos encontrábamos ya en marcha y con las primeras luces del día acabábamos de remontar las cuerdas que previamente habíamos fijado. De nuevo nos calzamos los pies de gato y empezamos a progresar por el granito, escalando largos de dificultad más moderada pero que a esa altura, al igual que el día anterior, aceleran la respiración desmesuradamente.
Cada uno de aquellos metros sobre roca de ensueño resultaron ser de excepcional belleza, a pesar de que ninguno nos dio tregua para relajarnos en su escalada. Las mayores dificultades quedaban atrás o al menos eso pensábamos. Una vez sobre la arista, pequeños muros de roca no tan buena de IV y V grado nos permitían no tener que calzarnos de nuevo los pies de gato. Todo ello aderezado con múltiples transiciones a hielo y nieve, cambiante según la orientación, hacían que le progresión fuera más lenta y delicada. Travesías vertiginosas, afilados trozos de aristas en nieve e incluso tramos de mixto utilizando toda la artillería que llevábamos encima, aportaban entretenimiento en todo momento.
Sobre las 4 de la tarde, exhaustos, alcanzábamos la prominente cumbre, que por sus dimensiones aceptaba únicamente un visitante. Tan sólo algunos trozos de banderas de oración corroboraban el paso, unos meses atrás, de las primeras personas que hollaron aquel lugar. Montañas como Everest, Lhotse o Cho Oyu estaban dentro de nuestra privilegiada visual y allí mismo, sobre la frontera entre Nepal y Tíbet, quedaba patente el cambio tanto orográfico como climático que existe entre ambas regiones. Un espectáculo para los sentidos grabado para siempre en nuestras retinas.
Con la tarea ya hecha todavía faltaba por descender de aquel lugar, que en muchas ocasiones en este tipo de actividades, puede convertirse en algo más laborioso y largo que el propio ascenso. Abandonamos el plan de deshacer la línea ascendida para la bajada ya que resultó ser más larga y compleja de lo esperado. Así pues, desde la misma cima, nos aventuramos en un sinfín de rápeles por la cara oeste que, varias horas más tarde, nos depositaron en el glaciar, desconocido para nosotros, en medio de la noche. Desde allí, culebreando intuitivamente entre grietas, pudimos llegar a la base de la pared 21 horas más tarde de nuestro paso aquel mismo día. La tienda de campaña ya estaba muy cerca y llevábamos horas soñando con ella como si de un oasis en medio de desierto se tratase. Extenuados, pero tremendamente felices, descansamos placenteramente en aquella fría noche donde la satisfacción de lo acontecido nos arropaba como ningún día.













